En la incertidumbre de un mundo en tinieblas
contaminado con la letal enfermedad de la ignorancia
surge un muchacho de aspecto profano.
Pese a sus desmanes y persecuciones,
cual todo transgresor que viene a sacudir cimientos
pudo protegerse y resguardarse en los brazos de su amada.
Con puños y patadas, y sin ningún escrúpulo
supo arremeterse entre los salvajes espectros
para cuidarla, amarla y enaltecerla.
Ay, ay, bella amada, dulcemente añorada
que huyes despavorida de los sofistas
y das vida y sentido a lo desconocido.
Inseparables se encuentran ellos dos: la amada y el esposo,
el esposo y su amada, la letra añorada en manos
de quien tiene autoridad para llevarla.
No nos dejes, dulce amada, no te espantes del presente
y entrégate como una esposa joven y fértil a quienes te necesitamos
para seguirte por los senderos voluminosos y poéticos
que nos han anticipado algunos de tus esposos. Entre ellos, un
grande entre los grandes, más conocido como: Jorge Luis Borges.
Cronista.